Hoy, durante una comida de trabajo, tomé conciencia de que a la par de que una persona va subiendo en la escala profesional, también va perdiendo la capacidad de sonreir. No sé si es que la seriedad está necesariamente relacionada con la solemnidad de algunos cargos o si es que la espontaneidad se va perdiendo con los sacrificios realizados para llegar lejos en nuestras respectivas carreras, lo que es un hecho es que en el medio laboral es muy difícil escuchar una risa genuina (porque falsas hay muchas). Lo más irónico es que una sonrisa puede hacer mucho por nosotros, incluso desde el punto de vista profesional. Las personas felices atraen a la gente como un imán y reírnos nos ayuda a librar de manera más fácil las presiones laborales. Debo de confesar que yo misma he ido perdiendo a lo largo de los años, mi capacidad de reirme a carcajadas. Tendré que hacer algo al respecto: dejar de preocuparme tanto y reir y reir todos los días, sí señor. Que este post sea un reminder constante de eso.
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