Según un artículo de la socióloga Wednesday Martin, las mujeres que no tenemos hijos y que comenzamos una vida como madrastras tenemos 90% más de posibilidades de padecer el síndrome de "marginitis" que aquellas que ya son madres. Alias, estamos prácticamente condenadas a sentirnos fuera de lugar y puestas del lado por nuestra pareja cuando sus hijos aparecen. La marginitis también incluye aspectos como el de sentir que nuestro hombre es demasiado laxo con sus hijos (y seguramente lo es porque muchos de ellos cargan con la culpa del abandono) y el auto-reprocharnos estos sentimientos porque nos identificamos con la bruja madrastra que aparece en todas las películas infantiles.
Esta actitud, que Martin describe como completamente normal, se debe a la división que se crea entre dos personas enamoradas sobre sus experiencias con respecto a tener hijos. El papá y su(s) hijo(s) son una mini familia con experiencias y complicidades propias dentro de una familia más grande de la que nosotros formamos parte.
La autora propone tres soluciones: 1) combinar actividades con los niños y nuestros propias amigas o familia -no aplicable a mí porque todos están a miles de kilómetros de distancia-; 2) reservar un espacio cuando los niños están en casa sólo para la pareja -la cama antes de dormir no cuenta-, 3) desarollar un vínculo propio con el (los) niño(s) con actividades que excluyan a papá.
Ilustrativo, muy ilustrativo.
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