No puedo evitar cierta amargura cuando pienso en que estoy viviendo toda esta experiencia de la maternidad como una cosa completamente nueva, cuando para mi marido todo es un "deja vu". Cuando veo como quiere e idolatra a su hija, tampoco puedo evitar sentir miedo de que nuestro bebé sea para él un hijo "de segunda". Creo que no podría soportar percibir un trato diferenciado.
A veces la sangre me hierve y se apodera de mi razón. La idea de que haya tenido hijos con otra mujer a veces me parece intolerable. Me gustaría tenerla fuera de nuestra vida por completo y no tener que aceptar como buena mujer "madura" que tenga que hablar con G. por el resto de nuestros días. Como cuesta en estos momentos, aceptar la existencia de todo este equipaje del pasado que seguiremos cargando para siempre.
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