Pasé una gran parte de mi niñez en la calle con mi grupo de amigos. Jugabamos las cosas más variadas, desde "las traes" pasando por las "escondidas" hasta llegar a montar obras de teatro musicales. Tengo miles de buenos recuerdos. La tarde se iba volando y acababa sólo hasta que mi mamá o mi papá me gritaban desde la puerta de la casa para ir a cenar. El esposo me dice que en su caso fue lo mismo, que desde los 6 ãños tenía llave de su casa y que también él y sus hermanos sólo llegaban a la casa después de toda una tarde fuera para cenar.
Fuimos niños que crecimos en libertad, con todas las condiciones para desarrollar seguridad en nuestras capacidades y con una cierta inocencia de los peligros que nos podían acechar.
Sé que hoy los tiempos son diferentes. Que las condiciones de seguridad son distintas y que los peligros se han multiplicado. Entiendo porque hoy, con tanta noticia alarmista sobre pedofilos y secuestradores, una madre se rehusaría a darle la llave de la casa a un niño de 6 años. Aún así creo que en muchas ocasiones la paranoia es tanta que acaba por afectar directamente a nuestros propios hijos, que crecen con inseguridades y miedos de peligros invisibles y que acaban por sentirse indefensos lejos de sus padres.
La ex de G ayer ilustró muy bien lo que es desde mi punto de vista una madre sobre protectora, cuando se enteró que que L. se había quedado en nuestra casa sola por espacio de media hora. Aclaro que mi hijastra tiene 7 años y está empezando ese periodo en el que le da flojera acompañarnos a hacer cosas prácticas como ir a comprar algo al supermercado porque prefiere quedarse en el departamento a ver peliculas de Barbie. Total que algo que a mi y a G. nos pareció perfectamente inofensivo -la casa se queda cerrada con llave y la niña tiene nuestro telefono en caso de que necesite algo- se volvió a los ojos de la ex un crimen porque estabamos poniendo en riesgo la seguridad e integridad de su hija.
No soy madre todavía, pero este tipo de anecdotas a las que asisto en mi calidad de Malefica, me hacen rogar por tener las fuerzas y el criterio para fomentar que mi hijo(a) crezca dentro de lo posible de manera autónoma y con responsabilidad de si proprio. Lo último que quiero es un niño pegado a mis faldas. Sé que eso le va a facilitar y mucho su vida adulta, tal como mi propia niñez lo hizo para mí.
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