Cuando los matrimonios se rompen, no hay duda de que el padre tiene la obligación de mantener responsabilidades económicas con respecto a sus hijos. Estas también tienen que ser mayores que las de la madre, cuando ella está en desventaja económica o permanece soltera (como en el caso de mi propia mamá). Sin embargo, cuando éste no es el caso y que la madre está casada, con trabajo y en una situación económica bastante cómoda, no hay justificación alguna para que la responsabilidad no sea compartida y equitativa.
Desde su separación, mi esposo ha sido un padre ejemplar. Por el amor profundo que le tiene a su hija y por la culpa que sintió al romper su matrimonio, firmó un acuerdo de responsabilidad parental muy por encima de lo que legalmente se le hubiera exigido. Nunca ha escatimado un centavo para L., a pesar de que el desembolso mensual muchas veces representara casi el 40% de su sueldo y de que yo torciera la boca cada vez que desde mi punto de vista se excedía.
Al acercarse el pago de la escuela de verano de este año, G. le sugirió a su ex que lo dividieran entre dos. Ella no sólo reaccionó con la agresividad que la caracteriza, sino que adoptó una actitud por demás arrogante, argumentando las veces que se había dignado a "ayudar" a mi esposo en algunos gastos. Creo que en parte, esta reacción tiene que ver con el hecho de que para ella, él tiene que seguir pagando "por lo que hizo". Conclusión, acabamos haciendo las cuentas de lo que ambos han gastado en los últimos 18 meses en necesidades básicas para L. y el resultado tan desproporcional lo dejó frío incluso a él. A partir de ahora el acuerdo se cumplirá al pie de la letra y eso ya me parece bastante más justo para todos.
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