Y así, casi inesperadamente, cuando casi nadie ya pensaba en él, murió Bin Laden. Sin duda, el mundo es un mejor lugar sin alguien como él. Pero, aunque me reconforta que la administración Obama nos ahorró el espectáculo canibal que dieron en televisión internacional con la ejecución de Saddam Hussein hace algunos años, me preocupa ver el júbilo desmedido que provoca en la gente este acontecimiento. No se necesita ser islamista, ni terrorista profesional para ser cruel e ignorante. El frenesí violento y el odio que tan airadamente se expresa hacia el mundo islámico son asustadoramente parecidos a la doctrina de Al-Qaeda hacia occidente. Y yo en las imágenes de celebración, veo a más gente tan extremista como Bin Laden de la que me gustaría saber que existe.
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