Todas mis amigas sin excepción me han hablado de lo maravillosa etapa que es el embarazo y de como lo disfrutaron...no sé si en efecto todas las mujeres lo viven así y yo soy un bicho raro pero lo cierto es que, para mí, el embarazo ha sido una completa violación a mi cuerpo. Es verdad que el primer trimestre es el más pesado, pero incluso en el segundo donde todo el mundo jura que te sientes mejor que nunca, ha habido constantes manifestaciones que son extrañas y ajenas a mi organismo. Pasé de las naúseas, mareos, y granos a la indigestión y a la inflamación. Me siento pesada, cansada, con terror a las estrías, a los hemorroides y a la grasa acumulada de la que no me pueda deshacer al final (lo que por supuesto no me cierra el pico). El tema de la ropa y de los zapatos confortables pero que me permitan seguir teniendo una imagen profesional en la oficina se ha convertido en una constante preocupación.
Lo peor es que cuando expreso estos sentimientos, las mujeres me ven como si fuese una mujer sin escrúpulos o peor aún una madre desnaturalizada.
Y a lo mejor lo soy...porque aunque deseo de todo corazón a este bebé, sólo me siento realmente conectada a mi embarazo cuando escucho su corazón, lo veo moverse en la ecografía y me construyo miles de castillos en el aire sobre como será su cara, su cáracter, su nombre y su cuarto. El resto del tiempo vivo con mi panza -que todavía no es de una respetable futura madre sino de alguien que se comió dos pavos enteros y no los ha podido digerir- a veces bien y otras muchas veces mal.
Es cierto el embarazo es increíble porque es un milagro de la naturaleza pero el precio que pagamos fisica y psicologicamente es muy alto y no necesariamente maravilloso....y que me perdonen las susanitas de este mundo.
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