Mi marido me hace feliz un 95% de las veces. La espera valió la pena. No hubiera podido encontrar a otra persona que me hiciera sentir tan plena. Somos complices, amantes y amigos. Entrar a una familia posmoderna como la nuestra no se pone en duda cuando se encuentra a alguien así.
Y luego está el 5 %...parece mínimo y luego se vuelve gigantezco. Adquiere tales dimensiones que se vuelve un monstruo capaz de acabar con todo lo que hemos construido.
La transición de su primera familia a la nuestra no ha sido fácil y hoy seguimos buscando respuestas. El problema central es que siento que sigue tratando a su ex familia y a mí como dos cosas distintas. Que su hija es su más alta prioridad pero a ultranza. Que yo - y ahora la bebé que viene en camino- pasamos a un segundo lugar. Que la ex ha aprovechado ese espacio para emitir opiniones sobre nuestra vida que no le corresponden.
Llevamos muchos meses discutiendo, hablando, buscando soluciones, acordando planes de acción pero invariablemente regresamos al mismo punto: una decisión repentina sobre días adicionales con L. sin consultarme; una intromisión más de su ex que queda impune....y yo esperando a que por fin se ponga de nuestro lado, cada vez más ansiosa, más impotente y más llena de rencor.
Siento que mis demandas son justas. Sólo quiero límites bien establecidos. Nunca he hecho, ni haré nada para alejarlo de su hija. Al final, si hoy estamos viviendo aquí es para que él pudiera estar unos años más cerca de ella.
Él está de acuerdo con el principio pero confiesa que no sabe como ponerlo en práctica. Hoy, decidimos agendar una cita con un terapista familiar. Al final más vale actuar antes de que no queden más que ruinas de este gran amor que nos tenemos.
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