Aproveché que el fin de semana largo para ir a visitar a una tía abuela, que no veía hace dos años. Tata L. es una mujer fuerte que enviudó de su primer marido mujeriego y se divorció de su segundo que era un borracho. Después de semejantes experiencias no quiso saber nada más de hombres y hace más 40 años que vive completamente sola. Siempre tuvo ciertas manías, un poco de sordera y franqueza en exceso para la sociedad hipócrita en la que creció. La familia siempre tuvo poca tolerancia hacia ella y giraba los ojos hacia arriba cuando el tono de su voz aguda hacía voltear a cualquier persona que se encontrara a 50 metros de distancia.
Siempre vivimos en continentes diferentes, sólo coincidiamos durante las vacaciones y no siempre estuvimos de acuerdo, pero desarrollé un enorme cariño hacia ella. Y hoy, que la veo tan disminuida después de 10 años de dialisis, tan agotada después de luchar con todas sus fuerzas con el amor hacia la vida que siempre la distinguió, se junta a ese cariño, una gran admiración. Tal vez porque sólo en este punto de mi vida puedo darle valor real a la valentía y a la generosidad de esta gran mujer. Espero que la vida me dé la oportunidad de verla todavía una vez más.
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