El primer encuentro entre L. y yo tuvo lugar en 2008, durante uno de mis tanto viajes a Lisboa para encontrame con G. Ella tenía entonces sólo 4 años. Recuerdo que cuando me vió, se escondió inmediatamente atrás de las piernas de su papá y claro que nunca imaginó las ganas que yo misma tenía de esconderme atrás de las piernas de alguien por lo nerviosa e intimidada que me sentía. Al final, consolidar mi relación con G. pasaba por ganarme el cariño de su hija.
Lamentablemente, no existe un manual para ser madrastra. Yo cometí el error al principio de querer convertirnos en la familia perfecta, tratando de formar parte de la dinámica padre-hija...lo que sucedió es que acumulé una gran dosis de frustración porque acabé por poner mis propios intereses en tercer plano. Después, quise tener mi propio espacio...y luego acabé por darme cuenta de que me estaba marginando demasiado. Total que después de tres años, me sigo sintiendo incomoda cuando L. llega, como hoy, a pasar unos días con nosotros. Aunque hemos recorrido un gran camino y desarrollado un cariño mutuo, sigo sin encontrar ese ansiado equilibrio en el que finalmente pueda sentir de una buena vez, que ya no estoy a prueba.
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