lunes, 5 de septiembre de 2011

La envidia

Es fácil sentir envidia. Desear lo que otros tienen, ya sea material o intangible. Querer algo que alguien más obtuvo sin (o con) mucho esfuerzo, cuando pensamos que nosotros lo merecemos mucho más pero no podemos obtenerlo. La envidia se presenta y punto. Puede llegar y esfumarse casi instantáneamente o puede quedarse y acabar transformándose en un odio obsesivo. 
Es cierto, las mujeres tendemos mucho más a ser envidiosas. Tal vez por la presión que nos rodea casi desde que nacemos para ser perfectas o para cumplir con ciertos requerimientos sociales. Tal vez porque somos más emocionales y esperamos obtener mucho más de la vida para ser felices.
De lo que estoy convencida es que el grado de envidia en nuestras vidas es un termometro de nuestra infelicidad, de la insatisfacción que tenemos con nosotros mismos, proyectado en otra persona. He sido envidiada y, en los periodos más obscuros de mi vida, he sentido envidia. La dejé entrar aún cuando estuve consciente de que me estaba carcomiendo por dentro y que me estaba hundiendo todavía más en mi frustración. Lo que es un hecho es que sólo concentrándonos en nosotros mismos, en valorar las cosas buenas que tenemos y en luchar por lo que queremos, nos podemos ver finalmente libres de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario