Hay un dejo de ingratitud en ser madrastra de una niña. Una madrastra no tiene las prerrogativas de una mamá, pero tiene muchas de las responsabilidades y esto es pocas veces reconocido. El domingo pasado, L. se quejó durante la cena de un dolor de estómago muy fuerte. Yo, como vengo de la familia de los un mil remedios -todos efectivos-, de inmediato hice un diagnóstico, le dí agua con gas y la obligué a ir al baño para detectar cual era el problema exactamente. Estaba estreñida. La niña tiene poca paciencia cuando va al baño. Poco después, el dolor había desaparecido. Al otro día, ya en casa de su mamá, vuelve el dolor y L. pide una llamada a casa de su papá para pedir que éste le diga a la mamá como aliviarlo. Mi nombre? No se mencionó ni una sola vez.
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