miércoles, 2 de febrero de 2011

Dormir

Tengo un romance tórrido con mi cama. No hay manera de que nos separen y me aferro todavía más a ella cuando suena el despertador (como si un monito con un gong estuviera esperando justo ese momento para darme un golpe en la cabeza y dejarme inconsciente). Nunca llegué a tiempo a mis clases de 7 en la universidad, nunca he llegado a horas exactas a la oficina -a menos de que tenga una cita confirmada- y pocas son las veces en que me levanto antes que el esposo. Dormir más de 8 horas es de los grandes placeres que tenemos las que tenemos más de treinta y somos recién casadas.

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