viernes, 25 de enero de 2013

Todo parece indicar

que llegó el momento. Este año nos cambiamos de país. A ver cómo nos salen las cosas.

Y llego el 2013

Y yo deje pasar tanto tiempo para volver aquí, que casi no lo creo. El nuevo jefe está lleno de iniciativas, lo que resulta en días ocupadísimos en el trabajo, que yo agradezco -dios me libre de volver a trabajar con un bodrio como el que estaba aquí antes.

Regresamos de México hace dos semanas. Fuimos con los objetivos principales de pasar año nuevo con la familia y de bautizar a S. – de alguna manera tenemos que compensar esta distancia.
L. nos acompañó por primera vez. A pesar de mis miedos, mi hijastra se adapto bien al cambio, al viaje de 16 horas, a la nueva comida y la nueva dinámica -salvo por un berrinchazo marca diablo que hizo en la fiesta de año nuevo porque no estaba recibiendo suficiente atención de su papa.
La que no se adaptó fue su madre, que le llamaba de larga distancia TODOS los días, que la sometía a un interrogatorio exhaustivo (con quien estas, que hiciste, como se llaman los perros, dime COMO se llama el parque de diversiones a donde fueron...) y que cuando por alguna razón no contestábamos el teléfono, nos topábamos, cada uno, con 8 llamadas perdidas en nuestros respectivos teléfonos...resultado, en nuestras vacaciones estábamos yo, mi hija, mi hijastra, mi esposo....y su ex mujer!!
No sé si de la noche a la mañana, yo me voy a convertir en una madre obsesiva. No sé si el día en que S. pase su primera noche lejos de casa, voy a estar con los pelos de punta y colgada de la lámpara de la sala. Lo que si me prometo en este momento, es dejarle espacio para respirar y vivir sus experiencias con tranquilidad.
Porque...no es normal verdad? Una madre que le llama obsesivamente a su hija, cuando está pasando vacaciones con su papa?? Hay alguna cuestión mal resuelta? No habrá manera de que se consiga una vida, digamos, con una distancia más sana de nosotros?