viernes, 6 de enero de 2012

Casa vacía

Cada vez que viene alguien de mis amigos o familia a visitarnos, la peor parte es la partida. Regresar a casa después de dejarlos en el aeropuerto y sentir el frío de la casa vacía, un cuarto sin maletas tiradas en el piso, el eco de mis pasos por el pasillo.
Aunque valoro cien por ciento la intimidad con mi marido, la sensación inmediata es la de volverme a quedar sola en esta distancia abismal. Lejos nuevamente de la gente que me conoce verdaderamente, que me lee y que me quiere de corazón abierto, a reunir nuevamente energías para seguir adelante en esta lucha contra los molinos de viento.

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