En una cena de unas veinte personas, una asesora del Ministro de Economía le gritó a su jefe de una punta de la mesa a otra: "Álvaro!!! No se te olvide hablar del tema acordado". Se hizo un silencio entre los presentes y hubo intercambio de miradas con cierta ironía. La mujer era como muchas otras que me he topado en mi vida profesional: con mucha personalidad y cierto aire arrogante, seguramente inteligente pero haciéndose notar, no por sus ideas o su simple presencia, sino porque hablaba muy fuerte.
Estas mujeres son fruto de la ardua competencia que se da en el ámbito laboral para nuestro género. Son ambiciosas e intentan proyectar seguridad a través de un acercamiento agresivo, muchas veces incluso a través de humillaciones veladas o de alardes sobre a quien conocen o en donde han estado. Generan en los hombres una mezcla de fascinación e intimidación y ponen a otras mujeres a la defensiva.
Por sus características, muchas de ellas ocupan puestos estratégicos de apoyo. Es cierto que impactan. Sin embargo, despues de reflexionarlo un poco llegué a la conclusión de que muy raras veces llegan a la cima. Porque? Seguramente porque su agresividad natural crea muchos anticuerpos y también porque tener cáracter y ser discreta al mismo tiempo es cada vez más apreciado en las altas esferas. Basta mirar alrededor: Indira Gandhi, Rosario Green, Margaret Tatcher, Michelle Obama, Rania de Jordania...todas grandes mujeres, todas seguras de sí mismas y con una característica común: no necesitan gritar para llamar la atención y ser efectivas en lo que hacen.
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