martes, 9 de agosto de 2011

La madrastra

Es cierto. No comprendo.  Desconozco lo que es sentir en carne propria la naturaleza de ese lazo invencible de la paternidad. No entiendo a las decenas de amigas que pusieron todo lo que solían ser en un cajón y se dedicaron de lleno a los hijos que tuvieron. Me entristecen todas las parejas que veo exclusivamente unidas por el niño que corre por sus piernas. Me sigo preguntando porqué parece tan difícil establecer un equilibrio entre la vida de pareja y la de ser padre. Y es que al final, los niños se van y los padres se quedan.

Porque, es cierto, tal vez si yo no fuera tan insensible y tan egoísta, dejaría de luchar por tener atención de pareja cuando estamos los tres juntos.  Tal vez me sentiría menos desplazada y jugaría el juego que toda madrastra que se respete debería de jugar:  estar sentada en la banca esperando su entrada al campo.

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