Siento envidia de la gente civilizada que puede vivir tranquilamente y hasta con entusiasmo la relación con la ex esposa de su marido. He llegado a ver a segundas esposas conviviendo en fiestas, cuidando a los hijos de la primera mujer mientras esta observa desde lejos. Otras mantienen regularmente conversaciones telefónicas y se felicitan mutuamente en sus cumpleaños.
Yo lo he intentado -sin querer llegar nunca a ese extremo-, pero no puedo. Me siguen molestando tantas cosas..., las llamadas diarias e inquisitivas a L. cuando está pasando días con nosostros, los contactos frecuentes con mi esposo para discutir "cosas" de L., la falta de espacio incluso cuando estamos de vacaciones.
Su omnipresencia me arruina momentos. Como el hecho de que ella haya sido la tercera persona en enterarse de que Sofía ya gatea.
La siento invadiendo mi territorio y eso me destroza el higado. Mancha mi felicidad.
La verdad es que la quiero fuera de mi vida. Y como sé que eso nunca va a poder ser, la quiero presente lo menos posible. Tal vez, no sé, dos semanas sin saber absolutamente nada de ella?? Es mucho pedir?
Soy una anormal por desear esto?
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