El viaje fue todo lo que pude haber esperado y más. En Nueva York, caminamos como degenerados, nos reunimos con amigos, hicimos shopping, logramos ir a una opera en el MET -La Fille du Regiment- y a un espectaculo de Broadway -Wicked- además de dos de mis restaurantes favoritos: Yasuda -donde el sushi me supo a gloria después de estos meses de prohibición- y mi muy extrañado Pastis. Como cereza del pastel, le regalé al esposito una cena en "The London" de su ídolo Chef Ramsay y debo decir que cumplió con todas las expectativas.
En México, miles de compromisos familiares coronados con un baby shower con todas mis tías y amigas. Compras de regalos navideños, cenas y comidas todos los días. Noche Buena familiar en el Au Pied de Cochon -en donde Sofía me dió un susto haciendo que se me bajara la presión y perdiera el conocimiento durante algunos segundos- y navidad en casa de mi hermana, intercambiando regalos.
Todo perfecto, salvo por dos cosas: drama con mi mamá en nuestro último día -como es costumbre- y un bicho de la gripa que se nos coló a ambos, imagino que como resultado del cansancio. Maletas? Por supuesto que a reventar.
Ahora, a vivir con la certeza de no agarrar un avión en los próximos meses para esperar la llegada de Sofí
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